domingo, 25 de agosto de 2013

Journey (Parte 1)

Daniel sabía mucho para su edad, y a su vez entendía que todavía le faltaba saber mucho más. Pero Daniel estaba cansado. Muy cansado para su edad. Se había cansado de los lugares idénticos, de los edificios altos, de las personas que no saludaban al pasar, de los días sin aventuras, de no leer... Pero también se había cansado de cosas importantes, como amar o vivir. Había llegado a un punto en su vida en el que estaba parado, estancado, con desierto adelante y pantano detrás, con dolores muy fuertes para su edad, con sentimientos vacíos. Daniel, se había defraudado a sí mismo. Había desilusionado a su propia alma y ser, y había tirado la toalla. Pero Daniel encontró una solución. Daniel preparó una pócima, se acostó en su cama y cerró los ojos, transportándose a algún lugar de su propio ser.
Allí Daniel caminó y caminó, buscando algo o alguien, buscando respuestas y preguntas, buscándose.
Poco a poco se fue cansando de no encontrar nada, de caminar en vano y cuando estaba a punto de abandonar su travesía, llegó a una gran fortaleza. Allí, en la entrada, se encontró con un niño que decía ser el guardián de la puerta. Daniel pidió que se le permita pasar, pero el niño respondió:
 -Sólo te voy a dejar pasar si respondes una pregunta.
-Está bien -dijo Daniel- voy a responder a tu pregunta.
-¿Qué sos?
... Daniel lo miró asombrado, pero sabía que era una trampa, así que pensó durante un tiempo y respondió. -Yo soy ésto. Éste momento, ésa situación, éste segundo, éstas palabras, yo soy lo que siento. Soy lo que soy.
-Respuesta equivocada.
-¿Qué? ¿cómo que equivocada?
-Volvé a pensar y respondeme cuando tengas una respuesta a mi pregunta.
 Perplejo, Daniel se sentó en el frío pasto y pensó. Pensó muchas cosas, muchas, pero no daba con la respuesta.
 -Soy mi propio interrogante, puesto que no sé a ciencia cierta qué soy.
-Muy bien -dijo el niño sonriendo- adelante.
 Avanzó caminando tranquilo mientras las puertas gigantes de la fortaleza se abrían... De repente, llega al centro de la fortaleza, donde estaba un joven, de unos veintitántos, un poco desprolijo pero con su carisma.
-Hola Daniel -increpa el joven-
-Ehm, hola... ¿vos quién sos?
-Eso no importa, lo que importa ahora es elegir.
-¿Y qué tengo que elegir?
-Hay tantas opciones como caminos a elegir. El que está a mi derecha es un camino, al igual que el que está a mi izquierda y detrás.
-Y supongo que tengo que elegir uno de esos tres.
-Tal vez.
-¿Tal vez?
-Si, tal vez. Mirá, hay una cuarta opción, pero no es un camino, es una opción.
-¿Cuál?
-Si me respondes una pregunta, voy a decirte algo sobre el camino que vayas a elegir.
-Entiendo, entonces, si respondo tu pregunta voy a poder elegir mejor el camino que tome.
-No del todo, ya que el camino del cual elijas saber, va a ser el que tomes; una vez elegido el camino a seguir, es cuando te voy a decir algo sobre ese camino.
-Perfecto, pero, ¿por qué debería responderte?
-Porque estarías haciendo lo que viniste a hacer. Preguntarte y responderte.
-Está bien, bueno, si. Si, decime la pregunta.
-¿Quién sos?
-¿Vos también con la misma línea de pregunta? dejame pensarlo.
Y Daniel se sentó delante del joven que permanecía estático y pensó.
-Soy Daniel.
-Pregunta equivocada.
-Si, lo supuse, ustedes pretenden que indague más todavía.
-"Nosotros" no "pretendemos".

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hacia cuanto no leia algo tuyo! Me gustó volver a leer tus historias, en especial ésta! "Soy mi propio interrogante, puesto que no sé a ciencia cierta qué soy." Es muy buena! Te felicito como siempre!

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