viernes, 12 de febrero de 2010

El gran verano (Parte I)

Todo era distinto cuando era pequeño.
Los colores tenían aromas, los aromas tenían peso, pesaban en mis manos mientras me los llevaba hacia la nariz.
Todos los sabores eran nuevos, todos los días.
Cada porción de vida me colmaba, las flores sonreían si las acariciaba y los animales reían a carcajadas con mis chistes.
El mundo entero estaba dividido en tres:
“El enorme mundo de los aún más enormes gigantes”: atiborrado de colosales seres, capaces de levantarme con una sola mano y cubrirme del frío con la otra.
“El minúsculo mundo de los enanos”: A éste mundo pertenecía yo, y como yo, había cientos más, a todos nos mandaban a una ciudad durante varias horas, todos los días, y éramos cuidados por gigantes.
“El misterioso mundo de lo misterioso”: Lo que había en éste mundo, era todo un misterio.
En nuestro mundo habían y sucedían cosas extrañas…
Al menos, una vez por semana caían mares desde el cielo, mares que inundaban los infinitos caminos que usaban los gigantes. Ésos mares que caían en realidad eran una señora, y la llamaban ““Lluvia””.
Había robots inmensos, con ruedas aún más grandes (aunque no todos tenían ruedas) que viajaban a una velocidad increíble. Algunos tenían ruedas, otros no, otros tenían alas, y podían volar, se elevaban hacia el cielo y se decía que podían viajar a través del universo. Otros viajaban por mar, pero éstos eran más lentos, aunque eran los más grandes de todos, y todos eran usados como transporte por esos titanes.
En esa época, yo vivía en un castillo, un enorme castillo.
Ahí vivía con la reina y con una princesa.
La reina tenía superpoderes, cuando me atacaban los monstruos que vivían en el castillo, ella venía y me abrazaba, y con una sola mirada asustaba a todos las bestias y se iban, y me dejaban dormir. También tenia el superpoder de hacer la comida más deliciosa del mundo.
La princesa también tenía superpoderes, podía hacerme dormir simplemente conjurando unas palabras mágicas en mi oído, palabras que hoy no recuerdo muy bien. Además de eso, podía hacerme viajar a los lugares más remotos del mundo, dar la vuelta al mundo en tan solo unos pocos días, viajar a otros planetas, surcar los 7 mares, e incluso viajar muchas leguas hacia el fondo del mar. Todo con leerme una caja llena de símbolos.
Inclusive recuerdo, que también había un hombre misterioso, que venía seguido, pero nunca entraba… lo llamé:
“El misterioso hombre de los tres timbres”
Le puse así, porque cada vez que venía hacía resonar tres veces la campana del castillo, la soga de la cual había que tirar para que suene la campana era casi tan alta como el castillo, y gruesa como si dos colosos se abrazaran, pero el Misterioso Hombre de los Tres Timbres era muy, muy fuerte, y podía hacerla sonar no una, sino tres veces.

Una vez, estaba caminando por mi habitación buscando a Doris, y de repente suena la campana…

“Clan… clan… clan…”

4 comentarios:

Coyote dijo...

Si me pongo las piletas ésta noche termino la segunda parte :)

Gigi. dijo...

Segundo intento de firma.
Mmmm.. que agradable este texto. Me causa ternura.. Espero que no duela mas adelante....

Coyote dijo...

¿No era que no querías que te adelante nada? :D

Gigi. dijo...

Por supuesto que no quiero!

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