domingo, 26 de julio de 2015

Hemlighet

-De dónde salió eso? -fue lo primero que atiné a pensar, mientras veía caer al suelo el cuerpo ya muerto de mi compañero, al mismo tiempo que buscaba refugio dentro de un callejón.
-Tengo que salir de acá -fue lo segundo que pensé, y salí corriendo por ese callejón, sin mirar atrás.
Salí a la calle siguiente a la que estábamos... estábamos, si, porque antes éramos dos, mi compañero y yo, mi compañero... había quedado atrás, lo había dejado atrás. Fue ahí cuando tomé coraje para mirar hacia el callejón, rezando que mi compañero haya sobrevivido a... lo que sea que haya sido eso. Mientras giro la cabeza muchos pensamientos pasaban por mi mente, deseaba con mucha fuerza que Matias haya sobrevivido, pero por otro lado, la lógica me obligaba a deducir que si él estaba vivo, y yo lo veía, debería ir a ayudarle, y para serles completamente honesto, volver a aquélla calle ya no estaba entre mis planes más próximos.
Al divisar la calle final, a través del callejón, noto que lo que sea que haya sido lo que nos atacó, ya no estaba, y Matias tampoco. Un chirrido me sacó de mis pensamientos y corrí por la calle buscando algún vehículo, mientras me aliviaba la culpa pensando ilusamente que tal vez Matias sobrevivió y de algún modo logró ponerse a salvo y que ahora era mi turno de hacer lo mismo.
Las calles estaban muy tranquilas. Extrañamente, esto me daba una sensación de intranquilidad, ya que el centro de la ciudad no suele estar tan tranquilo a esas horas de la noche.
Otro chirrido lejano se escuchó a lo lejos, como si fuese un cuervo, y a los segundos se escucha uno más, esta vez mucho, mucho más cerca. Corrí hacia el final de la calle y doblé la esquina, se escuchaban aleteos y los chirridos eran cada vez más, como si una parvada de cuervos se estuviese comunicando entre si a la distancia; mis piernas comenzaron a cansarse, mis pulmones casi cedieron, pero los chirridos cesaron, así que decidí parar en un local, especie de almacén, a recuperar el aire. Conté cada respiración como si fuese un segundo perdido en mi huida, como si un segundo invertido en respirar era un segundo más cerca de morir... o peor.
Escuché ruidos en el local, ya que estaba cerrado decidí darme vuelta y golpear, quizás alguien dentro pudiese ayudarme, pero cuando me dí vuelta mientras pedía auxilio ví un resplandor leve, amarillo, como si fuese una luz tenue siendo reflejada por un reloj de muñeca; al concentrar la vista para ver qué era, el resplandor se aclara y logré ver algo parecido a un ojo y al segundo, comprendí la imagen que estaba viendo; una bestia de casi tres metros de altura estaba frente a mi, con ojos desquiciados y cuya cabeza era tan grande como mi torso entero. Sus ojos me paralizaron, intenté moverme pero no pude, dentro de ellos logré verme y en mi reflejo pude divisar que detrás mío había tres de esas bestias, agazapadas, dispuestas a saltar en cualquier momento. Aquélla delante mío me empujó y salí impulsado hacia atrás, con puerta y todo y cayendo boca arriba; cuando de repente las cuatro bestias me rodearon y se me acercaban. Al mirar detenidamente, una de esas bestias tenía en el cuello una medalla de un trébol, idéntica a la que le había regalado a Matias su esposa para su cumpleaños. La bestia que me tiró al suelo se me acercó y me miró, como inspeccionándome, y de pronto, comenzó a hablar...

-Parece que lograste dilucidar la verdad...
-¿Qué verdad? -respondo, tembloroso-
-La verdad de la que ahora, formarás parte.
-Y me atraviesa el corazón con su mano.

Mirándolo en retrospectiva, nunca me hubiese imaginado que algo así me pasaría, pero por otro lado, al menos ahora sé la verdad. Dicen que el secreto mejor guardado es el de uno mismo... extraño, verdad?

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