Andrés estaba feliz. Le
sucedía cada inicio de la primavera, cuando los días eran cálidos y anochecía
mas tarde. No tenía lo que quería pero si lo que necesitaba, aunque también
podría tenerlo, Andrés se conformaba con mirar la puesta de sol desde su casa en
las afueras de la ciudad y compartir largas charlas recordando aventuras y
vivezas junto a sus amigos, donde siempre el protagonista era él gracias a su
audacia, carisma y su energía.
Pero también sucedía que por
primera vez en mucho tiempo las agujas del reloj corrían a su favor y la suerte
estaba de su lado: había pegado un laburo bárbaro donde encima de trabajar seis
horas, le gustaba y su galgo había
tenido cinco pequeños galguitos que correteaban por el patio y le daban vida a
su jardín. ¿Qué le podía salir mal si sus energías se canalizaban en vivir día
a día?. La vida de Andrés no era fácil, pero paso a pasito lograba dejar sus
crisis atrás y veía sus metas tan cercanas que se levantaba cada día para poder
alcanzarlas.
Y por supuesto, todo eso
pasaba cada inicio de la primavera.
-G.
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